Primero fue la luz, después el gas y ahora... el agua. La factura del consumo hídrico de los hogares ha tomado el relevo de las energéticas como el suministro que más sube.

Todo apunta a que el factor determinante en este caso ha sido la sequía, especialmente en los territorios que la han sufrido más, como Cataluña. En Barcelona y los municipios de su área metropolitana, por ejemplo, el agua se ha encarecido en 2024 una media del 11,5%, tras una década congelada. Estas alzas han espoleado a otros territorios que apenas han experimentado escasez hídrica a hacer lo mismo, por una suerte de efecto imitación. Es el caso de la Comunidad de Madrid, que incrementó la tarifa a partir del 1 de junio hasta un 15%, en función de cuál sea el consumo. Aquí también llevaba petrificada unos 10 años.

La disparidad entre los diferentes municipios es enorme, como han constatado diferentes estudios de las asociaciones de consumidores. Éste de la OCU, por ejemplo, refleja que en Barcelona se llega a pagar más del triple que en Palencia o Guadalajara por el mismo consumo. Sin embargo, hay un rasgo común a todas las ciudades: el agua no cuesta lo que vale. La señal de precio, que refleja la escasez de cualquier producto y condiciona los hábitos de los consumidores, no está funcionando de manera correcta, aseguran los expertos. El montante del recibo resulta tan bajo que se ha extendido la sensación de que los recursos hídricos son infinitos. Más allá de la sequía, ese es el debate actual, que apunta a nuevas alzas durante los próximos años, especialmente para penalizar a quienes más consumen, como ya ha ocurrido con las últimas.

En otras palabras: el recibo del agua es, ahora mismo, el recibo que más está subiendo, y lleva siendo así desde que lo empezó a hacer en diciembre del año pasado. A diferencia de la electricidad, cuyas proyecciones a largo plazo apuntan a un sensible abaratamiento —gracias al incremento de la oferta como consecuencia del despliegue masivo de las renovables—, el agua está llamada a encarecerse cada vez más para que el precio refleje fehacientemente su escasez, y ayude a financiar la inaplazable transformación de las infraestructuras hídricas del país.

Lo que ahora supone una porción mínima de los presupuestos familiares y de los costes de las empresas irá ganando protagonismo, a medida que los suministros energéticos lo pierden. En ese sentido, los últimos datos de CaixaBank podrían tener un mayor componente estructural del que podría parecer. Más que la excepción, se antojan la regla de cara a los próximos años, una suerte de indicador a tiempo real que también funciona como indicador adelantado de lo que nos espera. Al fin y al cabo, el clima de España es el que es, y el cambio climático es irreversible.

Comentarios (0)

No hay comentarios

Nuestra página utiliza cookies, si sigues navegando aceptas su uso